La creatividad lo impregna todo y a todos. El producto final de una buena idea surge de la mente de alguien que pone a trabajar las neuronas para resolver un problema y continúa pese a tropezar más de una vez.

En publicidad, diseño y marketing creativo tenemos que innovar con propuestas rompedoras que aporten valor y conduzcan a un resultado útil. Sino caemos en el terreno estéril de la repetición de conceptos que se traducen en esa decepcionante sensación de clonación, involuntaria en la mayoría de los casos.

El motor de las ideas prácticas se nutre de la pasión y la motivación. Como seres humanos nos distingue la capacidad mental innata de recrear, de asumir el punto de vista del otro, de jugar con la mente. Tratamos de estimular la imaginación en base a un problema y aplicar el resultado. Ahí encontramos creatividad.

Etapas del momento creativo

La chispa de la idea llega con trabajo. Abstraernos en un problema y convertirlo casi en una obsesión es la primera fase en la búsqueda del tan ansiado “¡eureka!”. Llevas tu lado racional al límite en una segunda etapa, de frustración al chocar con el muro del bloqueo. Aún no consigues conectar el pensamiento y las ideas que lleven a la iluminación.

En la tercera etapa, de incubación, es donde pones el subconsciente día y noche a madurar las el problema mientras continúas tu día a día.

La idea creativa surge cuando no estás focalizado en el tema, sino cuando tu cabeza vuela con otra actividad. Ahí alcanzas esa cuarta etapa, de iluminación. Surge de la nada cuando menos te lo esperas mientras tu cerebro está distraído con otras actividades. Punto para el subconsciente.

Algunos dicen que aparece mientras sudan por bajar sus tiempos de running, otros en la ducha, en un café, y están los que resuelven el problema en sueños. La conexión creativa no entiende de leyes universales.

Cuando conviertes tu idea y la llevas a la acción, completas la última etapa con una propuesta útil.

Marketing creativo: ¿y si no vende?

¿De qué serviría una propuesta creativa si no vende? Existen anuncios publicitarios espectaculares que erizan la piel aunque no logren vender. Dejan un buen sabor de boca pero no recordamos la marca y en ocasiones ni siquiera el producto. Son memorables solo por su factura artística.

No se trata de llenar estantes con premios ni tampoco de engrosar el portfolio con un destacado proyecto. Hablamos de vender soluciones y de sentir orgullo por ello.

Llevado al terreno del marketing, consideramos los objetivos y el presupuesto. Ideas para un marketing creativo aparecen, otro historia es que se encuadren con los tiempos, los valores del cliente y el presupuesto. Menudo desafío.